El futuro –dice– es un pequeño territorio
que se mira con afecto,
amorosamente,
y sin verdadera comprensión.
(Carlos Battilana)
A veces digo que tengo un diario para escribir los días.
Pero los días no pueden escribirse. Los días se viven.
¿Cuántos cielos caben en un martes? ¿Cuántas preguntas en un jueves?
Viernes:
Una cotorra aletea en la rama más alta de la araucaria. Caen semillas.
El aroma de la canela se esparce por la cocina mientras hierve el arroz con leche.
Un brazo mecánico tira cemento desde las alturas: parece que escupe. Donde ahora hay cimientos, habrá una casa.
Veo pasar doce aviones por la ventana. Y tres chimangos.
Camino por un boulevard por el que solía pasear de joven, pero ya no.
Una amiga dice: hola, hola, hola, como si en esa palabra cupieran muchas otras, todas las que no puede decirme, aunque lo intente.
Un padre cocina arroz con pollo y sostiene, en ese gesto, tantas cosas que sería imposible nombrarlas todas. Dice: Lo más difícil es no saber qué siente, que no podamos conversar.
Vuelvo a casa y la autopista parece un río que, en lugar de peces, tiene autos. Lloro en silencio. Sabemos tan poco sobre los otros.
Mientras espero a que mis hijos salgan del colegio, respondo desde el celular consultas sobre los talleres y el Club de lectura. Varias personas dicen sólo esto: “¿Precio?” Un libro puede cambiar una vida, puede alumbrarla y encenderla. ¿Cuál es el valor de eso?
Intento convencer a hijo menor de que dedique un rato a hacer la tarea. Dice que no, que después. Le digo que después va a tener menos ganas, que aproveche ahora, que yo lo acompaño.
Los naranjos brillan con la luz de la tardecita. Tienen las ramas pesadas de tanta fruta. Será un invierno de jugo recién exprimido. Y de budines.
En el libro que estoy leyendo subrayo esto: “La vida confía en la vida”. Y también: “Esto que escribo fabrica una memoria”.
Nada de todo eso llegó al diario. Y sin embargo.
¿Lo que se omite también escribe en nosotros?
Dice Leila Sucari:
“Todo diario es un recorte caprichoso.
Un tajo de verdad en medio del cuerpo
del texto. Una mentira”.
¿Qué es el tiempo? ¿De cuántas maneras puedo habitarlo? ¿Se parece a un caracol o a un relámpago?
Los días pasan igual, aunque a veces no escriba sobre ellos. Los días pasan distinto si no escribo. Eso también es cierto.
No es una idea abstracta. Algo en el cuerpo cambia cuando me dispongo a la escritura. Podría ser un ritmo. Me aquieto cuando la mano se afirma sobre el papel y escribe. La contractura de mi cuello se suaviza. El tiempo transcurre de otra manera, con más paciencia. Una letra después de otra letra y otra más. Y que la estela de la tinta deje un surco sobre la página. Así se siembra: preparando la tierra y hundiendo en ella la semilla.
¿Dónde estaba eso que aparece? Antes de ser escrito, quiero decir. ¿En qué lugar?
La escritura es acción y también lo que se materializa a partir de esa acción. Pienso en un árbol. El árbol es tronco, raíces, savia, fotosíntesis, hojas. Y el árbol también es fruto. La semilla que cae y contiene dentro la posibilidad del árbol, y también su propia existencia.
La escritura es canal y es flujo. Pulso vital. Un aire que se respira diferente. Movimiento de mareas.
“Ya no sé dónde está la vida y dónde la escritura”, dice Natalia Romero.
No sabemos lo que viene después. El futuro es una idea, un deseo, apenas una hipótesis de la que sabemos muy poco. ¿Por qué sería diferente cuando escribimos?
Entre la intención y la materia, obra el misterio.
Así lo dice Marguerite Duras:
“La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. Y con total lucidez (...) Si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena”.
Obra: Lugar donde se está construyendo algo. / Trabajo que tiene que hacer un artesano.
Lunes:
Otro comienzo infructuoso que no borro.
Más mails. Alguien que dice sí, pero al final no.
La poesía de Battilana y de Zotto. Me gusta haber elegido para el taller a poetas que además fueron amigos.
Este verso: “Dice que ahora no pasa un sólo día / sin intentar pulir la piedra / y rastrear en las aguas oscuras”. El poeta que se fue sigue estando en su poesía. Me hubiera gustado conocerlo. Decirle que un lunes a las dos de la tarde lo leí mientras afuera caían las hojas de los fresnos.
Un té de boldo se enfría sobre el escritorio.
Hija rezonga porque está cansada. Le veo la cara de disgusto cuando salimos del local al que fuimos a buscar algo que no encontramos. ¿Querés que sigamos viendo? No, mejor mañana.
La cocina huele a tuco y a laurel. Me río cuando pienso que me traje del campo una rama del árbol que mamá tiene en la entrada de su huerta. Ahora la tengo colgada de un clavito en la alacena que tenemos debajo de la escalera. Cada vez que necesito una hoja, voy y la arranco. La ficción de la cosecha propia. La fantasía de tener un poco de campo en la ciudad. Como la vez que me traje los cardos del dique y los repartí en floreros por toda la casa.
La araña que vive en uno de los espejos retrovisores del auto volvió a tejer su telaraña sobre el espejo. La quito con la punta de los dedos y el hilo se me queda adherido a la piel. Quiero ver cuánto tarda en volver a tejerla.
Pienso en la palabra insistencia.
Madre está en Buenos Aires por unos chequeos médicos. Me llama a las diez de la noche. Pregunta si ya estoy en la cama. Le digo que no, que sigo en la computadora. ¿Vas a venir mañana? Sí, te llamo cuando esté en la puerta.
El libro de El Eternauta que trajo hijo menor de la biblioteca del colegio, ahora lo lee marido antes de acostarse. Me pregunta cuándo tiene que devolverlo.
Otra cosa que dice Marguerite Duras:
“Puedo decir lo que quiero, nunca descubriré por qué se escribe ni cómo no se escribe”.
Y también:
“La duda, la duda es escribir. Por tanto, es el escritor, también.
Y con el escritor todo el mundo escribe. Siempre se ha sabido”.
En nuestro encuentro del taller Lo pequeño indispensable de esta semana hablamos sobre cómo nacieron los poemas que leímos, sobre las imágenes a partir de las cuales comenzamos a escribir y lo que va sucediendo después, mientras estamos en tarea. Lo que emerge y lo que cambia, las imágenes y las palabras que se van llamando unas a otras, como si se invitaran a pasar.
Durante el proceso de creación, cada texto va trazando su propio camino, su propio devenir. Y es muy hermoso escuchar eso, prestar atención. Después viene el momento de editar, de pulir, de acomodar los muebles, de quitar los que molestan. Pero primero es importante aprender a mirar ese espacio y descifrar qué es lo que necesita, hacernos preguntas, conversar con nuestros textos como si habláramos con un ser querido.
Termino con esta cita de Duras, porque ¿quién lo puede decir mejor que ella?
“La escritura: la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida”.
¡Hasta el próximo viernes, que tengan una hermosa semana!
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✨ RECOMENDACIONES ✨
El precioso ruido de un corazón, Natalia Romero (Manos de pan)
“Murió mamá, murió la abuela. Y yo estoy viva”, dice la protagonista de esta historia que escribe para saber quién fue su madre y también quién es ella. Hurga cajones, mira fotografías, busca y rebusca en su memoria, y también en la de quienes la conocieron, para así, seguir un rastro, una estela, trazar un mapa incompleto pero posible. Natalia escribe este libro –que es narrativa pero también es poesía– con fragmentos. Enhebra los hallazgos con cuidado y amorosidad, pero sin sacarle el cuerpo al dolor, a lo que pugna por ser dicho. Escribe su historia y se reescribe. Se pregunta por su madre y, a la vez, por su propio deseo de maternar: “¿Ser madre es dejar de mirar a mi madre? ¿Ser madre es tomar su lugar?; ¿Quiero ser madre por curiosidad?; ¿Qué lo que vive de ella en mí? ¿Y qué hago? ¿Qué se hace con el misterio?”.
Un libro bellísimo de principio a fin, y para leer –eso sí– con un lápiz en la mano.
Llámame por tu nombre (Netflix)
Esta película cuenta la historia de amor entre Elio, un adolescente de 17 años, y Oliver, un joven estudiante de posgrado, durante un verano en Italia. Es una película sobre el deseo y sus formas inciertas y un poco misteriosas, sobre el primer amor y la última infancia, sobre ese momento en que todo cambia aunque no sepamos bien por qué. Los protagonistas de esa historia se buscan, se esquivan, se encuentran. Y mientras tanto suena Bach, alguien traduce a Heráclito y la fruta madura en cámara lenta.
Me gustó mucho y, además, los lugares en donde transcurre son muy hermosos.
✨ TALLERES Y CLUB DE LECTURA ✨
La Cueva. Club de lectura (virtual)
Un espacio para compartir, pensar y descubrir todo lo que los libros tienen para regalarnos. Lo coordinamos con Maica Trimarco. Es virtual y quedan los últimos lugares. ¡Arranca ya, ya, ya! Me pueden escribir para más info.
Lo pequeño indispensable. Escritura y vida cotidiana (virtual)
Están abiertas las inscripciones para la nueva edición de este taller de escritura (y lectura). Serán 3 encuentros durante junio y julio. Vacantes limitadas.
Talleres de Collage & Literatura (presenciales)
Junto a Naty López continuamos con nuestro taller. Acá abajo están las coordenadas y los links para anotarse.
Taller en Naesqui (Villa Ortúzar). Quedan la últimas dos fechas: sábado 24/5 y sábado 19/7. Info e inscripciones
Taller en Rama Negra (Gral. Pacheco). Única fecha el sábado 24 /5. Info e inscripciones
Referencias:
Carlos Battilana, Enigmas. La lengua de la llanura (Caleta Olivia).
Leila Sucari, Te hablaría del viento (Editorial Excursiones).
Marguerite Duras, Escribir (Tusquets).
Natalia Romero, El precioso ruido de un corazón (Manos de pan).
Edgardo Zotto, Diario del regreso (Iván Rosado).
Las obras de collage que ilustran esta edición son Annette Meyns.
Ya se me hizo ritual sentarme a leerte bajo los árboles, a la orilla de un río o un lago, con una montaña o un cerro de fondo. ¡Qué placer! Me encantaría tener esto en papel y llenarlo de subrayados y notas.
Justo ayer escribí algo separado por el nombre de los días, en lugar de utilizar la fecha. Un intento de identificar los imprevistos de lo cotidiano, casí como si al poner el día de la semana pudiera, finalmente, traer algo de orden.
Gracias por tanta belleza :)
Jazz estuve de vacaciones de lectura.Escribi sólo mi diario. Guardo todos tus Rastrojos. Me recordaste a mi madre y a mi abuela, me trajiste aromas de infancia, recordé a mi niña y a su soledad. Reflexionó y siento con vos y los autores que traes últimamente, esas emociones encontradas de quien escribe. Últimamente solo escribo a mano alzada, mi dolor de costillas se lleva muy mal con la compu, y la necesito para reescribir. Así que hoy no soy escritora. Beso enorme