¿Para qué sirven los días?
Los días son el lugar donde vivimos.
Llegan y nos despiertan.
una y otra vez.
Existen para que nos alegremos:
¿dónde vivir, sino en los días?
(Philip Larkin)
En estas semanas sucedieron varias cosas: vino mi hermana con su familia de visita, me caí saliendo de la verdulería y me hice dos magullones en la rodilla de los que todavía me estoy recuperando, coordiné un taller de collage y otro de escritura, corregí trabajos prácticos de mis alumnos casi ingenieros, soñé que remaba en un bote amarillo y también que me caía de una hamaca, terminé de ver Sirenas (no me gustó mucho).
Los días tienen tanto adentro que, a veces, pierdo la dimensión del tiempo. No sé bien cuándo pasaron las cosas. ¿Esta semana? ¿La que pasó? ¿Hace un mes?
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¿Qué es el tiempo?
Se lo pregunté al ChatGPT y me respondió que, según cómo se lo mire, el tiempo puede ser: una herramienta para organizar el mundo, una dimensión del universo, una experiencia y una percepción, una invención, una trampa.
Le pedí que se explayara un poco más sobre eso de la trampa y citó a San Agustín:
“¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quiero explicarlo, no lo sé”.
Y también:
“No existen, pues, propiamente hablando, tres tiempos: pasado, presente y futuro, sino: el presente del pasado (la memoria), el presente del presente (la atención), y el presente del futuro (la expectación).”
Sé poco de filosofía, pero llego a entender que vivimos en un presente que se parece a un collage, bastante abarrotado, hecho de lo ya pasó, lo que está pasando justo ahora y lo que todavía no sucedió, pero sobre lo que tenemos alguna expectativa.
Abarrotar:
Apretar o fortalecer con barrotes algo.
Llenar por completo un espacio de personas o cosas.
Mientras escribo acá, padre anuncia por el chat familiar que le dieron el registro de conducir y dice, entre signos de exclamación: ¡Un año más! Desde que cumplió 70, cada vez que le toca la renovación, los nervios son directamente proporcionales al alivio que siente cuando se la dan.
La pregunta va y vuelve cómo un bumeran:
¿Qué es el tiempo? ¿De qué está hecho para él? ¿De qué está hecho para mí? ¿De qué para mis hijos?
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Hace unos días, hija preguntó por la bolsa de lanas, eligió dos ovillos y tejió a crochet una funda para el Kindle. Qué maravilla devolverle a las manos el tiempo y la lentitud de los procesos. Habitar las horas en la materialidad de las cosas y de los quehaceres: tocar la lana, trenzarla, darle a las manos dirección y movimiento, hacerle una casa abrigada a las historias y sus palabras.
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Mientras sigo escribiendo acá, también pasa esto: dos zorzales y tres benteveos están jugando en el borde de la pileta, una pradera de nubes avanza hacia noreste, ladran perros, la estufa de leña entibia la parte de abajo de la casa.
Dice un poema de Denise Levertov:
“Sopla el viento, las hojas
se estremecen al sol,
todos los días el último día.Hay una salamandra
roja, muy fría
y fácil de atrapar,que mueve, como en sueños,
sus delicadas patas y su larga cola.
Dejo la mano abierta para que pueda irse.Cada minuto el último minuto”.
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Si escribo, estoy.
Escribir es habitar el tiempo de otra manera.
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Un pájaro carpintero martilla con su pico la madera. Al liquidambar le van quedando menos hojas. Acaba de pasar un avión. A la casa que están construyendo enfrente de la nuestra ya le pusieron las aberturas y ahora están colocando los pisos.
¿Cuántas formas hay de decir otoño? ¿Y de decir tiempo?
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El domingo fue el día del padre y después del almuerzo caminamos por Alvear hacia el río. Estábamos en lo de mi suegra. Me acordé de ese año y medio que vivimos en su casa, mientras ampliábamos la nuestra, de su pregunta por el precio de los huevos cada vez que salía a hacer las compras, del Ginkgo biloba iluminando la vereda, de los paseos con Rex, de mis mañanas mirando las garzas y las totoras en el río. Fuimos a paso lento, en grupos de a dos o de a tres. Estaban los amigos de marido, las mujeres, los hijos, estaba suegra que iba adelante marcándonos el paso.
El tiempo también es un regalo.
Escribe Sol Iametti:
“La oración no siempre está escrita, a veces aparece mientras caminamos”.
Los días que fueron, los que son, los que se me arman adentro, los que invento, los días que vendrán. Hebras que se entrelazan formando un tejido vital que también es abrigo.
Otras cosas que también sucedieron esta semana: Salí con hija menor a tomar el té a un lugar que prometía más de lo que fue, escribí un poema a medias, leí una columna de Luna Miguel en donde cuenta cómo fue leer el Ulises de Joyce en tres días, vi un video de vacas caminando con el agua que les llegaba al cuello, dejé a hijo menor y sus amigos en el cine, le dije a la profesora de yoga que quería aprender a hacer la postura de sirsasana.
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“Escribir, no para llegar sino para habitar”.
Lo leí en un posteo de Instagram y me guardé la cita como si fuera un tesoro. Como esas flores que dejo entre las páginas de un libro y de las que después me olvido, hasta que una tarde lo abro y encuentro la flor justo ahí, más pálida que cuando la guardé, señalando el poema que necesitaba leer. No otro. Ese.
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El miércoles a la noche, mientras esperábamos que se cocinaran las milanesas, hijo menor me enseñó a jugar al Chin. Sacó el mazo de cartas que guarda en la mochila del colegio, las mezcló y repartió. Las cartas estaban tan ajadas que apenas resbalaban; se pegaban unas con otras. Hicimos un partido de prueba en el que me explicó las reglas, y al siguiente lo jugamos de verdad. Me ganó varias veces hasta que le pedí que, por favor, fuéramos más lento. Me concedió el deseo, pero sólo una vez. Cuando terminamos la partida, dijo que al Chin no se lo podía jugar a paso de tortuga.
Soy una mamá tortuga. Pido que me expliquen las cosas más de una vez porque muchas veces no entiendo, que hablen más despacio y no en 1.5x , que me tengan paciencia cuando no agarro un chiste.
Quiero ir lento porque el apremio vive conmigo. Es algo que pido a los demás, pero sobre todo a la versión de mí misma que es más impaciente de lo que me gustaría.
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¿Cómo se hace para poder ir más lento en tiempos de precariedad laboral?
Me lo pregunto como escritora y también como persona que intenta vivir de su trabajo dando clases y talleres. Quiero el ritmo lento de la creación, pero el mundo toca todo el tiempo las mismas dos teclas: productividad y eficiencia. Si no te gusta, estás afuera.
Escribo esto y hermana cinco nos manda una captura de su agenda laboral de la semana. Un montón de cuadrados y rectángulos superpuestos, ni un espacio en blanco, todo lleno de siglas y términos en inglés.
Quiero la velocidad de la tortuga. Poder detenerme y mirar. No sentir que estoy corriendo para llegar con todo.
Leer poesía es un buen antídoto para eso. Abrir un libro y sumergirme en un poema como si fuera un mar al que entro por primera vez, con ese respeto y ese cuidado.
Esta semana descubrí este de Ursula K. Le Guin:
“Hacemos demasiada historia.
Con nosotros o sin nosotros
seguirán existiendo el silencio
y las rocas y el brillo lejano.Pero lo que necesitamos ser
es, oh, la conversación de las golondrinas
al atardecer sobre
el agua gris bajo los sauces.Para ser necesitamos saber que el río
contiene el salmón y el océano
contiene las ballenas tan a la ligera
como el cuerpo contiene el alma
en el tiempo presente, en el tiempo presente”.
Me despido acá hasta el próximo viernes Será la entrega Nº 40 de Rastrojo. ¿Lo pueden creer? A mí, todavía me cuesta. ¡Gracias por leer y estar ahí!
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✨ RECOMENDACIONES ✨
Una vida más verdadera, Inés Garland (Alfaguara).
Es uno de los libros que elegimos para nuestro Club de lectura, La Cueva. Los que me siguen ya saben que es una de mis autoras favoritas. Nadie escribe sobre el amor, el deseo y los vínculos como Inés. Esta novela narra el reencuentro, después de treinta años, entre una mujer y un amor de su juventud. Lo hace a través de una prosa fragmentada, que por momentos se acerca al diario y a las notas íntimas. Si no lo leyeron, se los recomiendo. Y si ya lo leyeron, vuelvan. Es de esos libros que contienen perlas escondidas.
Diario de la renuncia, Candela Ini
Una periodista se convierte en madre y su mundo cambia. ¿Qué gestos la convierten en una madre? ¿En dónde queda la persona que era? Candela lo cuenta con ternura y también con rabia. Un texto que narra la maternidad en primera persona, un diario sobre las tensiones, las preguntas y los miedos que nacen de esa experiencia.
¡Gracias, Clara, por la recomendación!
✨ TALLERES Y CLUB DE LECTURA ✨
La Cueva. Club de lectura (virtual)
Lanzamos el segundo set de lecturas para julio y agosto. Escribime y te paso más info.
Talleres de Collage & Literatura (presenciales)
¡El sábado 19 de julio volvemos a Naesqui!
Info e inscripciones
Referencias:
Philip Larkin, Días (Traducción Ezequiel Zaidenwerg).
Denise Levertov, Vivir (Zindo & Gafuri).
Sol Iametti, Fiesta de anunciación. El espacio vibrante.
Ursula K. Le Guin, Infinitivo. En busca de mi elegía. Poesía 1960-2010. (Nórdica Libros).
Las obras de collage que ilustran esta edición son de Liz Carlson.
Me siento tan identificada con el anhelo y reconocimiento en una del tiempo lento. Nacen las mismas incógnitas por acá. Al menos no estamos solas 🙏🫂✨️
Qué lindo también encontrarme en esta entrada 💘💙
Abrazo de monte, Jaz 💕
Pero lo que necesitamos ser
es, oh, la conversación de las golondrinas
al atardecer sobre
el agua gris bajo los sauces.
Hermoso este Rastrojo que se convierte en una de esas conversaciones.
Con el halo de tu escritura entro a estos días de pausa. Gracias por eso.